14 dic 2011

Contágiame tu sonrisa.

Foto tomada el 18/4/2011



Llegué a casa después de pasar todo el día en el trabajo, y la encontré ahí, en ese rincón, cogiéndose las rodillas, y sollozando silenciosamente. Me acerqué.
-¿Qué te pasa? -estaba preocupado. Ella negó con la cabeza, sin decirme nada. Insistí:
-¿Te han hecho daño? ¿Te han dicho algo? ¿Te han cogido alguna cosa?... -paré al verla sacudir la cabeza de nuevo. No se me ocurría que podía ser. Al fin habló:
-Esta mañana me he despertado... Y me ha llamado mi hermano por teléfono. Él también estaba llorando. -explicó, como si eso lo solucionara todo. La miré extrañado.
-¿Cómo? O sea... ¿No te ha pasado nada a ti? No comprendo.
Ella alzó la cabeza y me miró con esos grandes ojos negros, en ese momento tristísimos.
-¿No entiendes? ¡Intenté alegrarle, intenté consolarle, y fallé! No paró de llorar, hiciera lo que hiciera... Por eso estoy tan triste, ya sólo me queda acompañarle. -concluyó ella.
Sonreí con ternura. Qué buena e inocente era ella. Siempre preocupándose por los demás, siempre con sus seres amados, en los buenos y en los malos momentos. Le levanté la cabeza con la mano en su barbilla para obligarla a que me mirara.
-Sí, es cierto que la mejor manera de alegrarte es intentar alegrar a alguien, pero, aunque acompañar a alguien en su tristeza es un acto muy noble, no la ayudas. La mejor manera de alegrar a un ser querido si no puedes ayudarlo es ser optimista, para que te vea feliz, y entonces se alegre por ti.
Ella se enjugó unas lágrimas y soltó un suspiro.
-¿Va en serio? ¿De verdad tú crees eso?
Asentí con la cabeza y me levanté de mi incómoda posición arrodillada. Le tendí la mano, sonriente.
-Por supuesto. Vamos, iremos a merendar algo, a tomar un helado, y después de eso, cuando ya hayas recuperado tu sonrisa, iremos a ver a tu hermano para que, al igual que él te contagió su llanto, tú le puedas contagiar tu sonrisa.
Ella cogió mi mano y se impulsó para levantarse. Sonrió, aunque un poco melancólicamente.
Le tendí su abrigo y me puse el mío.
-Mejor, aunque en comparación con las sonrisas que sueles llevar tú, esa no es nada.
Ahora sonrió con malicia, y rió un poco.
-Cierto, pero es que tú nunca has sido tan bueno como yo, y la sonrisa de antes me la has pegado tú. -puse mala cara, y ella rió un poco, y me dio un beso en la mejilla.
-Gracias. -susurró, esta vez, feliz de verdad.

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