9 jul 2013

Se está rompiendo.

Foto tomada el 4/07/2012.


Se está rompiendo. Lenta, pero en proceso constante, su vida, al igual que una camiseta que te has enganchado con el pomo de la puerta al salir apresuradamente de casa, empezó con un pequeño desgarrón deshilachado y evoluciona a una destrucción total.

Se está rompiendo, se va a romper. No puede evitar las miradas despectivas de sus compañeras en los pasillos, que le provocan una angustia en su interior que no va a llenar fácilmente. Lo intenta, por supuesto, pero luego escucha lo que dicen. Sus palabras hirientes. Sus risas crueles. Y no le queda otro remedio, ahoga esa pequeña voz que chilla en su interior, que ha ido creciendo hasta convertirse en un grito que desgarra su alma de nuevo, o al menos lo intenta, intenta llenar ese vacío. Los chicos que conoce en los bares cada viernes no llenan su alma, pues sus compañeras siguen cuchicheando entre clase y clase, pero ahora riéndose de sus compañías los fines de semana, riéndose de que ella, ¡ella!, hace justo lo mismo que ellas, pero con menos disimulo.

Así que últimamente su vida se compone básicamente de salir y colocarse. Sus viejos amigos no la reconocen, ya no es la chica tierna y dulce que solían querer. Y se distancian. Y le hacen aún más daño. Y mientras, su carnet de identidad falso termina convirtiéndose en su mejor amigo.

Se rompe, se está deshilachando poco a poco, las hebras que conforman su alma. Ya no se reconoce a si misma cuando se mira al espejo. Está guapa, probablemente más bonita que nunca, sus peinados elaborados y ropa marcona la hacen ver atractiva, pero ya no soporta verse a sí misma. Ya no disfruta mirándose coqueta, contándose las pecas o arreglándose el flequillo. Ya no puede.
Pero ya no puede hacer nada, no. No puede hacer nada más que dejarse arrastrar por la espiral de autodestrucción, hacer falsas promesas a sus padres de que estará toda la noche en casa de su vieja amiga de toda la vida, y apagar el teléfono móvil de última generación. Y engañarse a sí misma.

“No estoy rota. Quizás un poco agrietada, pero no rota”. Lo piensa, de verdad. Al menos al principio. Pero sabe que sus intentos desesperados de apagar la voz desgraciada que implora auxilio en su interior se han llevado la mejor parte de su ser. Y que no se la devolverán nunca.

Se va a romper pronto. Pronto, tal vez en unos días, tal vez en unos meses, se romperá definitiva e irreparablemente. Se romperá en mil pedazos en la cama llena de peluches de su habitación forrada de pósters de famosos, dejando una nota escueta en un trozo de papel cuadriculado que habrá arrancado de su libreta de corazones.
Y su alma se romperá del todo con un chasquido como el de una cuerda de violín sometida a demasiada tensión.